La promulgación del decreto de muerte
Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. Apocalipsis 13:15.
Cuando Jesús salga del lugar santísimo, su Espíritu refrenador se retirará de los gobernantes y del pueblo. Estos quedarán bajo el dominio de los ángeles malos. Entonces, por consejo y dirección de Satanás, se harán leyes tales que, a menos que el tiempo sea muy corto, no se salvará ninguna carne.
Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecerían a los malvados contra los justos, pues los primeros pensarían que habríamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si pudieran raernos de la tierra las plagas se detendrían. Se promulgará un decreto para matar a los santos, lo cual los hará clamar día y noche por su libramiento. Ese será el tiempo de angustia de Jacob.
Vi después que los hombres importantes de la tierra consultaban entre sí, Satanás y sus ángeles estaban atareados en torno de ellos. Vi un edicto del que se repartieron ejemplares por distintas partes de la tierra, el cual ordenaba que si dentro de determinado plazo no renunciaban los santos a su fe peculiar y prescindían del sábado para observar el primer día de la semana, quedaría la gente en libertad para matarlos.
Por más que un decreto general haya fijado el tiempo en que los observadores de los mandamientos puedan ser muertos, sus enemigos, en algunos casos, se anticiparán al decreto y tratarán de quitarles la vida antes del tiempo fijado. Pero nadie puede atravesar el cordón de los poderosos guardianes colocados en torno de cada fiel. Algunos son atacados al huir de las ciudades y villas. Pero las espadas levantadas contra ellos se quiebran y caen como si fueran de paja. Otros son defendidos por ángeles en forma de guerreros… Con ternura y simpatía, los ángeles han presenciado la angustia de ellos y han escuchado sus oraciones. Aguardan la orden de su jefe para arrancarlos del peligro. Pero tienen que esperar un poco más. El pueblo de Dios tiene que beber la copa y ser bautizado con el bautismo.
-Tomado de Maranata: El Señor Viene, p.266